El imperio nipón tembló por completo con la victoria de Oda Nobunaga en 1560, en la llamada batalla de Okehazama. Yoshimoto Imagawa multiplicaba en fuerzas de combate a Oda, pero debido al terreno, las condiciones temporales y por supuesto la estrategia militar, el resultado fue inesperado e impactante. Sería el inicio de un proceso sin vuelta atrás.
En 1568, Nobunaga entró en Kioto con 60.000 soldados e instaló a Ashikaga Yoshiaki como shogun, poniendo así fin al período Sengoku, la era conocida por sus múltiples guerras civiles y la total falta de una unión territorial. Durante cinco años el simbólico poder de Yoshiaki se mantendría, mientras las verdaderas riendas del shogunato las llevaría Nobunaga. Tras ello, en 1573, el decimoquinto y último shogun Ashikaga sería expulsado, y comenzaría un período de guerras que servirían a Oda para unificar a un tercio de lo que hoy día conocemos como Japón.
El fin de su campaña llegaría en 1582, pero el eco de su ambición perduraría a lo largo de los años para siempre. Una ambición que llevó al hijo de un humilde daimyo̅ (o señor feudal si alguien lo prefiere) a ser temido por todo aquel que se cruzaba en su camino. Es la historia de un chico al que apodaban el tonto de Owari [1], la región a la que pertenecía, y al final de su vida era comparado con la devastación del fuego[2], arrasando todo a su paso.
La misma ambición llevaría a Akechi Mitsuhide a pertrechar el asesinato de Nobunaga, traicionándolo cuando se encontraba en el templo de Honno̅-ji, con una defensa de apenas cien hombres junto a él. Aunque no se halló el cuerpo y no hay confirmación al respecto, es aceptada la idea de que no llegó a ser asesinado a manos de Mitsuhide, sino que cometió seppuku antes de ser atrapado por el que fuera su antiguo general. Ese día era el 21 de junio de 1582.
Apenas dos semanas después, los planes de Akechi fueron lastrados por otro antiguo vasallo de Nobunaga: Toyotomi Hideyoshi. Éste también provenía de un origen humilde, y vengaría a su señor para continuar la labor de unificar Japón. De nuevo la misma cualidad, la ambición, acabó con Hideyoshi mientras trataba de conquistar Corea en 1598, tras casi dos décadas de gobierno.
Tokugawa Ieyasu, antiguo aliado de los Oda, rompería la línea sucesoria de Hideyoshi para encumbrarse tras la archiconocida batalla de Sekigahara como nuevo sho̅gun. Finalmente, sería el shogunato Tokugawa quien unificaría Japón, durando hasta el año 1868.
Si bien la gobernabilidad de los territorios a lo largo y ancho de esta historia fue en su mayoría dependiente del poder militar, lo cierto es que hay un pilar básico y trascendental que hacía resistir o desmoronarse a cada jefe militar. Estamos hablando de un elemento dual, que convierte a cada aliado y a cada enemigo en armas de doble filo: el honor y la traición.
Si en occidente cumplimos inconscientemente los patrones que Weber de legitimar la gobernabilidad mediante la tradición, el carisma o la ley, en el Japón del siglo XVI y principios del XVII podríamos decir que el poder militar era toda la legitimidad necesaria. Sin embargo, es poder militar el casar a un hijo con la hija del enemigo de nuestro enemigo. Pero también lo es realizar una buena ceremonia del té.
Para muestra, las peticiones a las que seremos sometidos tras cada concilio mensual en Nobunaga’s Ambition (2015). Fomentar la fe en una época de conflictos religiosos, o entablar relaciones personales con el enemigo de nuestro amigo, por si acaso éste deja de serlo. En ocasiones mantener el honor intacto puede suponer la derrota y el fin de nuestro clan en la geografía del lugar. A cambio, puede suponer un legado más allá de nuestra muerte y continuar cambiando la historia.
Si a lo largo de una partida presenciamos el hecho crucial de 1582, cuando Oda Nobunaga decide preservar su honor y marcharse de la tierra de los vivos, el clan Oda prácticamente dejará de tener piezas importantes en el tablero. A pesar de ello, las consecuencias en forma de alianzas para recoger el huérfano legado son interminables. La irrefrenable atracción del poder atraerá a clanes como Tokugawa, Hojo, o Toyotomi, como una bomba de gravedad desplazando las piezas y forzando nuevas estrategias.
Otro aspecto significativo del título de Koei Tecmo es algo que está inherente a este artículo: su capacidad para impregnar de historia política y militar al jugador. Además, con cierto efecto retroactivo, beneficia a la indagación histórica por parte de los videojuegos. Lo primero parece obvio, lo segundo tiene su explicación. A lo largo de las entregas de la saga han ido añadiéndose distintos oficiales (hasta reunir actualmente una lista interminable), recuperándose cada vez personajes históricos más desconocidos, sacados de recónditos documentos y rincones inexplorados para prácticamente todo el público, por muy expertos que sean en la materia.
Una de las cuestiones más importantes respecto a esto último es la inclusión de personajes femeninos, y decimos inclusión sobre todo porque no era algo muy frecuente en los inicios de la franquicia. Encontramos a Ikeda Sen, quien luchó en la batalla del castillo de Gifu, antesala de la batalla de Sekigahara, liderando un batallón de al menos doscientas mujeres provisionadas de armas de fuego. También en dicha batalla participó Tachibana Ginchiyo, líder de su clan desde una edad muy temprana, alrededor de los seis años, y dio una gran importancia a entrenar a las mujeres para que se sumaran a las fuerzas de defensa. Hace presencia la fundadora del teatro kabuki, Izumo no Okuni, cuya influencia cultural bien podría considerarse otra arma territorial. Ii Naotora, quien tuvo una vida llena de conflictos entre clanes y encontró una gran oposición por parte de hombres líderes de otros clanes, quienes no creían que una mujer pudiera ostentar ese mismo cargo con dignidad.
Otros casos de mujeres, a pesar de tener constancia de su destreza en batalla o conocimientos militares y políticos, su relación familiar o matrimonial con otros líderes de la época ha eclipsado sobremanera el resto de su historial. Es el caso de la hermana pequeña de Nobunaga, Oichi, o su mujer, No̅hime[3]. Especialmente llamativa la situación de Komatsuhime, por ser hija adoptiva de Ieyasu Tokugawa y estar casada con Nobuyuki Sanada, o lo que es lo mismo: estaba situada entre dos familias que posteriormente se enfrentarían. Este último caso no es tan inusual, debido al trato de herramienta política que era dado a las mujeres. El arma militar que suponía el matrimonio o la descendencia, era prácticamente siempre adjudicada al papel de la mujer. Un lastre que aún resuena en la cultura actual.
A lo largo de la franquicia de Koei Tecmo hemos ido encontrando este tipo de baches. Mujeres oficiales que no podían ascender, personajes femeninos ficticios con el único fin de dar descendencia al personaje masculino, etc. Que en cada entrega vaya disminuyendo semejante problema no solamente beneficia al juego, al público y a la conservación de la historia del Japón feudal, sino al ámbito cultural que nos rodea.
Tanto Nobunaga’s Ambition como videojuegos de similar contexto histórico apenas cruzan la frontera asiática, por lo que cabe reconocerle el mérito tanto a Samurai Warriors (1997-2014) como a Dinasty Warriors (1997-2018). A pesar de mostrar un aspecto estético de libre interpretación, generando modelos irreales, pero también muy carismáticos; a pesar también de que su modelo jugable es el de la diversión por encima de todo; ambas sagas han contribuido enormemente a la difusión de otros videojuegos menos accesibles a nivel estético y jugable, pero más ricos en contenido histórico. Sin desdeñar tampoco la buena labor de las sagas Warriors por ofrecer un vistazo general al marco histórico en el que se sitúan.
Resulta extraño que, en un entramado de sucesos tan lleno de traiciones, alianzas, pérdidas de honor y asesinatos o muertes en extrañas circunstancias, el tema del ninja (o shinobi) se toque especialmente poco[4]. Si bien es cierto que nunca existieron tal y como los conocemos hoy día, sino como parte de la inteligencia militar, es una buena muestra de cómo la franquicia antepone la representación histórica o verosímil, ante todo. El conocido ninja Hattori Hanzo̅ tiene una gran relevancia en toda la historia relativa a Ieyasu Tokugawa, pero se pierde la oportunidad de integrar al clan Iga, al que pertenecía, dentro de la trama. Otra oportunidad perdida es la no inclusión del grupo de ninjas que ofrecía ayuda a Yukimura Sanada durante las batallas, los llamadosdiez héroes de Sanada. Estos últimos ninjas beben mucho de historias populares de principios del siglo XX, lo que podría hacer que no encajaran en el espíritu de la saga.
Sí que tenemos, por otro lado, la integración de algunos personajes gracias a la posibilidad de contratar los ro̅nin, que variarán dependiendo de quiénes seamos. Esto permite dar matices históricos, como tener entre nuestras filas a Williams Adams (hoy conocido en el mundo del videojuego gracias a Nioh (2017)) si estamos en la piel de Tokugawa Ieyasu, quien le tuvo a su lado durante largo tiempo, y abrió las fronteras a los holandeses principalmente, pero también a españoles y portugueses.
Las posibilidades de un videojuego que simula la política militar de una época histórica pueden parecer un tanto escuetas, o muy encorsetadas. Hasta que nos encontramos tomando el té con nuestros oficiales para luego ordenarles que vayan a hacer lo propio con el enemigo. Solamente queda esperar que esta y otras franquicias sigan desarrollándose en una dirección que les haga bien tanto a ellas como a su historia.
Referencias bibliográficas:
Lindsay Sadler, A. Shogun, la vida de Tokugawa Ieyasu. Satori Ediciones. Gijón, 2016.
Gordon, G. Esplendor y caída del imperio japonés. Ediciones G. P. Barcelona,1962.
María Valles, J. y Martí i Puig, S. Ciencia política, un manual. Editorial Ariel. Barcelona, 2015.
Arendt, H. La promesa de la política. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 2008.
López-Vera, Jonathan. Oda Nobunaga, camino a la unificación de Japón. Historiajaponesa.com, 2017.
Notas al píe:
[1] Este aspecto de su vida se ha convertido en algo más que una simple anécdota. Lo encontramos como parte importante del argumento en algún manga/anime como Nobunaga za fûru (Nobunaga the Fool) o Nobunaga Kontseruto (Nobunaga Concerto).
[2] Las constantes referencias en la cultura popular entre Nobunaga y el fuego o el carácter demoníaco pueden provenir de su trato cercano con europeos, que bien podrían ser “demonios” para los japoneses, y la integración de armas de fuego en el campo de batalla. En cualquier caso, también podrían ser referencias por puro temor. Sanada Yukimura también recibía calificativos similares, seguramente por miedo a su destreza en la batalla.
[3] Particularmente significativos son los casos de Oichi y No̅hime, ya que se trata de nombres impuestos una vez han crecido, y que hacen referencia a su belleza o su posición de dama y princesa.
[4] Las referencias o benditas casualidades entre el mundo del ninja y el mundo del videojuego son casi interminables. Fu̅ma Kotaro̅, uno de los más conocidos de la era Sengoku, tuvo como nombre original Kazama, que podría recordarnos de casualidad a la saga Tekken, y solamente de casualidad, si no fuera porque entre los “diez héroes de Sanada”” encontramos a Nizu Jinpachi, que comparte apellido con el jefe final de Tekken 5. También entre esos “héroes” está Sarutobi Sasuke, que hace aparición en Mytical NInja Starring Goemon, cuyo protagonista estaría basado en Ishikawa Goemon. Además, Sarutobi Sasuke participa en Captain Commando, donde se unen apellidos históricos como Musashi, Kojiro̅ o Hanzo̅. Si continuáramos la lista sería interminable, pero sirvan estas pequeñas referencias para recordarnos que estamos plagados de esta cultura inconscientemente.